Desde el primer minuto en que se conocieron los malos resultados de los comicios autonómicos del año 2007 se escucharon voces en contra del candidato, Rafael Simancas, que perdió las elecciones y que cuatro años antes había vivido con amargura la maniobra antidemocrática de la derecha para impedir que un gobierno de izquierda gobernara la Comunidad de Madrid. Poco tardó Simancas en asumir su responsabilidad en el resultado y muy pronto el PSM tendría un nuevo Secretario General en la persona de Tomás Gómez. Luego, con el transcurso del tiempo los afiliados socialistas se preguntaban dónde estaba Gómez, dónde se metía; porque no se le veía en la calle ni los medios de comunicación solían ofrecer noticias suyas. Tres años después de situarse al frente del PSM, a un año de las elecciones regionales, los afiliados se preguntaban si en caso de que Gómez fuera candidato a la CAM sería capaz de enfrentarse a la firme candidata del PP, Esperanza Aguirre, porque Gómez era desconocido por la ciudadanía.
En el Partido Socialista sonaron señales de alarma. Las encuestas manejadas ofrecían una previsión de voto preocupante en la Comunidad de Madrid. Un grupo de afiliados, con su firma, solicitó al presidente del gobierno que tomara cartas en el asunto en la primavera de 2010. Meses después, en los comienzos del mes de agosto del mismo año, Rodríguez Zapatero se reunía con Gómez y le comunicaba las malas previsiones de voto si él fuera el candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Por algún motivo, el propio Gómez parece que daba por sentado que él debía ser el candidato por ser el Secretario General del PSM.
Zapatero había propuesto a Trinidad Jiménez para enfrentarse a Aguirre. Las encuestas manejadas por el partido situaban a “Trini” muy cerca de Aguirre, con un porcentaje de voto ciudadano en más de un 30% superior al de Gómez, por lo que, realizando el pacto de izquierdas con Izquierda Unida, podría significar recuperar el gobierno de la CAM. Pero ninguno de los argumentos le valía a Gómez, que exigió unas primarias en las que los militantes decidieran quién sería el candidato. Nada de lo expuesto por Zapatero para beneficio del Partido fue escuchado por Gómez, sólo pensaba en sí mismo. Y pronto nos dimos cuenta de a qué se había dedicado Tomás Gómez durante los tres años al frente del PSM: a controlar las estructuras del Partido, principalmente a través de los secretarios generales de las agrupaciones, a quienes públicamente prometía cargos.
Para muchos afiliados carecieron de limpieza las elecciones primarias del PSM en 2010 por la actuación del grupo de apoyo de Gómez. Las agrupaciones que controlaba, la gran mayoría, tuvieron todos los medios técnicos y humanos a su alcance para solicitar los avales para su candidato desde mediados del mes de agosto. Disponían de teléfonos, asesores de los grupos de concejales y… los números de teléfono de los militantes. Estos últimos no pudieron tenerlos los partidarios de “Trini” hasta mediados de septiembre, dos semanas antes de la votación. En algunas agrupaciones como la de Alcalá de Henares, los grupos de concejales y las ejecutivas, por unanimidad, firmaron manifiestos de apoyo a la candidatura de Gómez con el fin de atraer para el mismo el voto de los militantes, dándose prisa en hacer público el manifiesto, porque poco después la dirección federal prohibió realizar estas acciones fraudulentas. Sin medios, pero con ingenio, los llamados “trinitarios” lucharon en desigual batalla y vendieron cara su derrota. Finalmente, Gómez superó a Jiménez por tan sólo un 1,8% de los votos.
El grupo de apoyo de Trinidad Jiménez había creado su slogan: “Trini puede”, a lo que el de Gómez, con poca capacidad de inventiva, replicó con un “Tomás puede más”. Esto merece la pena recordarlo, porque acabamos de ver que Gómez ha obtenido el peor resultado histórico del Partido Socialista de Madrid. Quizá les falló a los “tomasistas” el objetivo: quizá se fijaron en que ellos querían ganar a Jiménez por el hecho de controlar el PSM y obtener lo que Gómez les prometía; Tomás podía más porque controlaba más, pero eso sólo valdría para las primarias. En el caso de Jiménez, se hacía hincapié en que, ante todo, se buscaba poner frente a la potente Esperanza Aguirre una candidata de envergadura suficiente, capaz de hacerle frente. Hay anécdotas sobre estas primarias como las contadas por algunos afiliados de la Agrupación de Alcalá de Henares que acudieron a la Casa del Pueblo citados telefónicamente por alguno de los cuatro asesores del grupo de concejales municipal, que desde el primer momento estuvieron al servicio de la candidatura de Tomás Gómez. Cuentan estos afiliados que al llegar a la sede socialista les recibió uno de los concejales, que además tenía cargo orgánico en el partido, y les explicó las ventajas que suponía votar a Gómez, que tanto había hecho por Alcalá, y que “esa pobre muchacha”, Trinidad Jiménez, nada tenía que hacer frente a Esperanza Aguirre. Justo lo contrario de lo que decían las encuestas que, en aquel momento, se publicaban en los medios.
El 3 de octubre de 2010 Tomás Gómez se alzó con la victoria para ser candidato a la Comunidad de Madrid. Durante los meses que transcurrieron hasta las elecciones, los medios de comunicación fueron dando cuenta de la actuación de Gómez en el PSM, liquidando, defenestrando a todo oponente, a todo aquel que apoyó a Trinidad Jiménez. Con ironía, algún militante llegó a decir que Tomás Gómez Franco había salido a la rama materna de su familia. El caso de Torrejón de Ardoz es uno de los más graves. Los socialistas torrejoneros eligieron en primarias un candidato al que Gómez maltrató con una lista de compañeros de candidatura totalmente tomasista. El candidato amenazó con dimitir si no se rectificaba, pero Gómez manifestó públicamente que si se quería ir, que se marchara. El resultado de la prepotencia de Gómez fue una derrota electoral que llevará décadas corregir en Torrejón.
La campaña por las elecciones autonómicas realizada por Tomás Gómez fue definida por algún medio de comunicación de “ridiculus”. Cometió enormes errores, sólo explicables por su prepotencia, como el de mantener como Secretaria de Organización del PSM a Trinidad Rollán, condenada por prevaricación. Otros hechos, como el de aparecer en una imagen a caballo y con escudo proclamándose “invictus” hizo sentir vergüenza ajena a muchos militantes socialistas. Es curioso que las encuestas le otorgaran más votos en el inicio de la campaña que a su finalización, lo que significa que, a medida que era conocido, menos gustaba.
Con semejante recorrido el resultado electoral no podía ser bueno. Tomás Gómez obtuvo el peor resultado histórico del PSM, con tan solo el 26,23% de los votos. La “vencible” Esperanza Aguirre le dobló en número de diputados: 72 populares frente a 36 socialistas. Gómez obtuvo aún menos diputados que Rafael Simancas (42 diputados) y eso, teniendo en cuenta que la comunidad había incrementado en nueve sus diputados y que Simancas ya partía de una cifra especialmente baja por haber recibido un voto de castigo como consecuencia del transfuguismo sufrido cuatro años antes. Con el 33,37% de los votos, Rafael Simancas presentó dignamente su dimisión. Pero quienes esperaban un gesto similar por parte de Tomás Gómez todavía esperan. Para muchos afiliados, la imagen de Simancas se ha engrandecido por el comportamiento de Gómez, que se ha escudado en la caída general del Partido Socialista para tratar de salvarse. La no dimisión de Gómez ha provocado que sea el PSOE quien haya cargado con toda la responsabilidad de la derrota, lo que posiblemente afecte de manera muy negativa en el resultado de las próximas elecciones generales. La imagen de un responsable político, noqueado en un rincón del ring mientras lanza sus puños al vacío, es de una tristeza que no se merece ni la ciudadanía ni los militantes socialistas. Necesitamos gestos de dignidad para volver a tener credibilidad. Sin credibilidad no hay proyecto, ni político, ni personal. No puedes echar en las espaldas de los militantes socialistas el peso de tu derrota. De un líder socialista se puede esperar valentía y coraje mientras asume responsabilidades políticas tras una derrota de escándalo. Cuanto más tardes en tomar la decisión de dimitir, menos credibilidad tendrás y tendrá el PSM y sabes que, cuando esta se pierde, es como el agua que se cae en la tierra, muy difícil de recoger.
No sigas dando puñetazos al vacío mientras te falta el aire. Haz lo que tú sabes que tienes que hacer. Por el PSOE.
Es cierto que dentro del PSM careces de una fuerte oposición, porque la has debilitado en los últimos tiempos, aunque hemos de decirte que con tu actitud se está organizando de nuevo, porque los militantes socialistas de Madrid no pueden permitir que tú y la guardia pretoriana en la que te escudaste siga al frente del PSM y las agrupaciones, como si aquí no hubiera pasado nada. Si no se produce una renovación profunda de las estructuras culpables de la gran caída del PSM, dentro de cuatro años quizá no podamos contemplarlo ni siquiera como segunda fuerza política de la Comunidad de Madrid.