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jueves, 3 de enero de 2013

Así están las cosas

La Agrupación Socialista de Alcalá de Henares ha celebrado otra asamblea ordinaria en la tónica de las asambleas anteriores, sin que pueda decirse que haya habido exceso de pasión política ni ideológica y sí intervenciones muy medidas entre la ejecutiva local y sus apoyos y la oposición que encabeza el ex secretario general. La comisión ejecutiva local, fiel al guión trazado, se limitó a expresar las acciones llevadas a cabo, lanzar un mensaje de unidad y proclamar su confianza de que es posible gobernar en la ciudad si se lleva a cabo una estrategia de fina política que haga insoportable el apoyo al PP por parte de UPyD. El tema, que podría haber dado para una asamblea viva, con generosas propuestas de la militancia presente, acabó en una organizada toma de palabra por militantes afines al ex secretario general, en la que se hacían críticas a la labor de la comisión ejecutiva federal y consiguientemente a Rubalcaba, y a renglón seguido se hacían glosas del secretario general del PSM, Tomás Gómez, olvidándose de hacer análisis políticos sobre las posibilidades de formar gobierno a futuro en la ciudad. Se escucharon algunas palabras contrarias a esa posición y terminó la asamblea con el mismo tono en que comenzó. Más tarde, en los bares cercanos frente a unas cervezas espumosas, los militantes socialistas se preguntaban por qué no habían estado en la asamblea, ni el ex secretario general, Eusebio González, ni el concejal por horas o a tiempo parcial, Juan Luis Aguirre. 
 
Por otra parte y en relación con los órganos regionales socialistas se constata que la comisión ejecutiva regional pone voluntad en sus actividades, aunque todas sus acciones y declaraciones acaban en la frustración colectiva y, aún más allá, en la melancolía generalizada. No solo no se avanza, sino que se retrocede. Madrid no es una comunidad autónoma más, es una comunidad central del Estado, el espejo donde se refleja lo mejor y lo peor de las organizaciones, de sus políticas, de sus dirigentes. A nuestro juicio, hace algún tiempo que el PSOE, al menos en la CCAA de Madrid, tomo un camino al que podemos denominar con suavidad, contradictorio.
 
Tomas Gómez, probablemente con buena fe, dejó atrás la digna sede del PSM en el barrio de Simancas, y llevó al Partido Socialista de Madrid al centro de la ciudad, a la plaza del Callao, y no a un edificio cualquiera,  sino a uno con pedigrí, al Palacio de la Prensa. Centenares de miles de euros para arreglos y varios, y en el entorno de doscientos mil euros de gasto anual entre alquiler, mantenimiento y servicios.
 
Y aquí surgen varias preguntas: ¿Pueden los socialistas vivir en los mejores edificios del centro de las ciudades?, ¿conducir vehículos de alta gama?, ¿beber los vinos más caros?, ¿frecuentar los mejores restaurantes?, ¿vestir ropas de elevado precio?; ¿realizar los viajes más lejanos…?  
 
Algunos podrían responder, “tajantemente sí, tenemos los mismos derechos que los demás a disfrutar y a tener las mejores o más caras cosas que se producen”.
 
A nuestro juicio, la cuestión no puede simplificarse entre si los socialistas tienen o no los mismos derechos que los demás. Naturalmente que sí, que tienen los mismos derechos.
 
 
El problema se plantea cuando los representantes socialistas por las mañanas asumen lo anterior y por las tardes dan mítines a los expulsados de sus casas al no poder pagar las hipotecas bancarias, a los profesores a los que les añaden horas a su jornada laboral y encima les quitan a la fuerza parte de su salario, a los dependientes por edad, enfermedad o accidente, al personal sanitario, al conjunto de los trabajadores…  
 
Es sumamente contradictorio lo que se hace con lo que se dice. Esto nos lleva hacia la desconfianza ciudadana y al desánimo interno. Lo primero, es tener las cosas muy claras en relación sobre quiénes son nuestros votantes, dónde trabajan, dónde viven, cuáles son sus aspiraciones, cuáles sus salarios medios. Esto lo encontramos mirando a la cara a los hombres y mujeres socialistas en cualquier asamblea de cualquier agrupación. Allí no se ven altos funcionarios, ni grandes ni medianos empresarios, ni altos directivos de la banca, de las eléctricas, del ejército, de las iglesias, de la judicatura, ni tampoco terratenientes ni gentes de la nobleza. 
 
 
¿A quienes encontramos en nuestras asambleas? A trabajadores y funcionarios de nivel medio y bajo, parados, jubilados, amas de casa, estudiantes, algunos profesionales liberales, algunos catedráticos de universidad, pequeños empresarios…. Estos forman, en síntesis, el núcleo sustantivo del socialismo madrileño. Y ellos no hacen los viajes más lejanos, ni beben los mejores caldos, ni son asiduos de restaurantes famosos, ni visten los trajes más caros, ni habitan las mejores casas del centro de las ciudades, ni conducen los mejores coches. 
 
 
A nuestro juicio, se ha abierto una brecha importante entre los representantes y los representados. Unos tienen tendencia hacia el vanidoso centro de las ciudades y al resto nos gusta más la discreta periferia. Así va a ser difícil que nos encontremos.
 
Por otra parte, la dirección nacional del Partido parece que está saliendo del silencio, probablemente interesado de este último año. Dejar que se olviden algunas decisiones pasadas y volver con fuerza a la arena política. Con el discurso de siempre como argamasa de las nuevas realidades. Y con fuerzas renovadas para enfrentarse con la peor derecha de la historia, esa derecha rancia, sucia, rapaz y rastrera, valiente con el débil, cobarde con el fuerte, dispuesta a cualquier cosa con tal de quedarse con todo lo que suponga negocio. 
 
Una derecha que ha conseguido el gobierno de la nación de manera ilegitima al realizar la publicidad de su proyecto político, por escrito y a través de sus representantes, utilizando la mentira como instrumento para la conformación de la voluntad electoral de los ciudadanos españoles, como se ha observado de manera nítida en las decisiones que ha adoptado el año 2012. Un gobierno que miente a los ciudadanos no puede seguir gobernando. La soberanía de la nación española descansa en el pueblo español. Es por tanto en el pueblo donde se residencian los poderes del Estado. Y cuando los ciudadanos, en un ejercicio democrático de su voluntad, delegan en alguna o algunas organizaciones políticas el poder de gobierno, lo hacen desde la máxima de la buena fe. Desde el entendimiento de que lo que les están proponiendo es verdad y no una mentira fullera para engañarles. Cuando se miente a la ciudadanía, cuando se ha conformado su voluntad en fraude electoral, el gobierno resultante no está legitimado para gobernar. Debe dimitir o ser llevado a los tribunales de justicia. En cualquier caso, sus decisiones muestran claros síntomas de ilegalidad, por lo que podrían ser desobedecidas. Salvo mejor criterio.  
 
¡Salud y fuerza para defender las causas socialistas en este 2013!